Mesa redonda sobre los idiomas en peligro de extinción
La exposición y seminario "El mundo escrito", capítulo más reciente de Café Sentido, culminó en la mesa redonda sobre los miles de idiomas en vías de extinción. La charla siguió la política y las metas del proyecto de forma excepcional: una mesa redonda, diálogo informal, puntos de vista apasionados, y la oportunidad de aprender, el uno del otro. No hubo discurso impuesto.
La mesa redonda era realmente así: no un panel de expertos dando lecciones a una reducida multitud de estudiosos y aficionados que quieren competir con ellos en las ideas, sino un grupo de gente interesada, alrededor de una sola mesa, capacitada para meter sus ideas en la tertulia. Una conversación sin fronteras entre los partícipes era la idea central, y de ahí llegar a comprender cómo funciona el lenguaje, y qué patrón cada uno le da, en el foro íntimo del intelecto.
Todos participan como socios y todas las ideas pueden encontrar su ímpetu y su poder de resistencia. Poco a poco, tras una breve introducción, se iba concretando el asunto, partiendo del dato de que de los 6,809 idiomas que se hablan actualmente, un 50% como mínimo parece destinado a desaparecer antes del año 2100.
Exploramos el problema de cómo lograr una solución a la creciente reducción de parlantes para tales idiomas, sin que parezca una solución impuesta sobre algo tan íntimo como el lenguaje. La desaparición de un idioma es una reducción de la libertad del individuo, en términos concretos, pero cada individuo podrá evaluar esa pérdida a su manera, y habrá que se sienten más liberados y más capacitados de comunicarse con el mundo, no por la desaparición en sí, sino como parte del mundo que queda después.
Una solución política significa no sólo subvenciones y apoyo, sino leyes y reglamentos en cuanto al habla. Para proteger un lenguaje, un idioma entero, para fomentar la libre expresión dentro de esa estructura, habría que imponer normativas lingüísticas que tendrían el resultado paradójico de limitar la libertad de expresión para aumentar las posibles opciones para poder expresar la experiencia humana en su íntima peculiaridad o en su generalidad cósmica.
Enfrentamos el problema de que una cosa tan íntima como es un idioma no puede dejarse difundir principalmente por una política estatal; tiene que vivir en la mente y en la práctica cotidiana de la gente. Hay casos donde siglos de persecución no acaban con esa vitalidad, y otros casos donde todo el esfuerzo de un estado no logra prevenir la desintegración de un tejido social ancestral.
Debido a la enorme competencia de los idiomas más extendidos en el negocio y en la cultura globalizados, los idiomas que muchas veces disfrutan de un apoyo oficial son idiomas que ya gozan de millones de parlantes y que están en buen estado de salud. Esto no está mal, pero sí señala un problema clave: que los idiomas realmente marginales, que tienen menos de cien mil o incluso menos de mil parlantes, pueden llegar a ser asumidos por otros idiomas más conocidos.
En Estados Unidos, de los cientos de idiomas indígenas que se hablaban hace 500 años, sólo 154 han perdurado en la práctica hasta hoy, y entre ellos, muchos están en peligro de extinción. Parte de la reducción de idiomas es la tendencia de idiomas indígenas más extendidos de reemplazar los más marginales, hasta que el idioma marginal sólo deja huellas sueltas en el otro idioma, enriqueciendo silenciosamente una cultura que tal vez no lo haya reconocido nunca.
En Chile, el mapuche es cada vez más un punto de encuentro para intentos de recuperar una historia precolombina y hacerlo llegar hasta hoy en día. En julio 2006, se publicó en Chile, por primera vez en mapuche La Araucana, como Ta Awkan Mapu Mew, poema épica relacionada con los indígenas Araucos, o araucanos, y los mapuche.
En Paraguay, el intento de resuscitar el guaraní, un idioma que como el mapuche o el aymara todavía es vital y goza de una cultura actual, ha logrado extender a la población una consciencia de que esa cultura es parte de la clave necesaria para comprender la vida cotidiana en un país afectado durante tanto tiempo por sus conceptos y tendencias.
Y sólo 6 días antes de la charla que presenciamos en Café Sentido, en el Barrio Gótico de Barcelona, habíamos participado también en un evento sobre la poética, vista desde el acercamiento de varios poetas con su trasfondo cultural variado... Agnes Agboton, de Benín, leyó poesía que escribió en un idioma que hasta ella carece de literatura escrita. La lectura conmocionó a los partícipes, inspirando varios comentarios sobre la belleza que se tenía que concretar y rescatar, formulando una literatura y una gramática escritas.
Sin poder concluir legítimamente que basta con el esfuerzo de un solo ser humano, el debate en la mesa redonda del 9 de mayo sí pareció llegar a proponer, desde varios puntos de vista, que el asunto tiene que ver con la voluntad del individuo, en sociedad. El misterio de cómo resolver el problema de los idiomas que están a punto de perderse para siempre, tiene que ver con la necesidad de que sea algo que funcione al nivel de la voluntad de un conjunto de individuos que apuestan por vivir dentro de una estructura mental y un tejido de referencias útiles para vivir sus vidas.